septiembre 28, 2025

Estamos seguros de que manejar un Centro de Readaptación Social (CERESO) no es una tarea sencilla. El Estado no está dispuesto a invertir ni un peso en la “escoria social”; en general, es así en todos lados. Sin embargo, detrás de cada caso, cada mujer u hombre que está en los CERESOS, hay una tragedia familiar. Ya se ha dicho que están presos los de adentro y los de afuera. En muchas ocasiones, el “interno” o la “interna” era el encargado o la encargada del sustento familiar, lo que implica rehacer roles en una familia entera. Sin importar si él o ella son culpables, los de afuera también están condenados por la sociedad y son prisioneros de su nueva circunstancia.

La inversión en la readaptación social no es un tema de importancia para los gobiernos; por el contrario, puede ser un jugoso negocio para quienes los administran. Se habla de “autogobiernos”, que no es otra cosa que los mismos presos siendo “gobernados” por otro preso que ellos hayan elegido. El Estado mexicano tiene la obligación de proporcionarles alimentos, celdas para vivir, cuidados médicos, proveerles áreas laborales para contribuir a su propia manutención, al menos, esparcimiento y posibilidades de “readaptarse”, disminuir sus años de sentencia a través de “buena conducta”.

En Quintana Roo, los CERESOS están sobrepoblados; la mayoría no cuenta con las condiciones mínimas para readaptar a nadie. La comida que les dan no cumple ni en calidad ni en cantidad; ahí empieza la oportunidad de negocio, un negocio que abarca además alcohol y drogas. Dentro de estas últimas, la marihuana y la cocaína, entre muchas otras variedades. Muchas internas son violadas o “inducidas a prostituirse” en el mismo penal. ¿De quién es tan suculento negocio? Donde las extorsiones y las cuotas son el pan de cada día. Antes, estamos seguros, era del gobierno; ahora, con la expansión y el dominio de los carteles de la droga, ya está siendo de ellos o, por lo menos, se comparte. Dos custodios fueron asesinados en Cancún, un hombre y una mujer, ambos cerca de su centro de trabajo, uno el 27 de septiembre y la otra el 15 de diciembre.

Las cosas se están calentando sobremanera en Chetumal. Diversos medios como el Por Esto y el Canal 10 han dado cuenta en sendos reportajes de los manejos turbios y del autogobierno de la Cárcel de Chetumal, en donde ya es una verdadera orgía de terror y cuyo director, Miguel Ángel Alonso Orijuela Hernández, antes subsecretario del sistema penitenciario en Guerrero, a quien un policía estatal de nombre Jesús Hernández Ramírez, antes de ser ejecutado, lo incrimina de estar relacionado con el crimen organizado e incluso menciona el modus operandi para ingresar la droga a los penales.

El Capitán Julio César Gómez Torres, Secretario de Seguridad Ciudadana en Quintana Roo, siendo el superior jerárquico de Miguel Ángel Alonso Orijuela Hernández, es el responsable de que su subalterno no provoque una tragedia como la que ocurrió en Guerrero cuando era funcionario penitenciario, donde hubo 28 muertos producto de una supuesta riña en la cárcel “Las Cruces”. En guerra avisada, no mueren soldados.

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