Cronica de una muerte anunciada, el verde se diluye

El Partido Verde en Quintana Roo parece tener una habilidad innata para seleccionar a sus protagonistas políticos, pero lamentablemente, esta destreza no se refleja en sus decisiones. Su historial de apuestas fallidas es casi tan largo como su deseo de consolidar un poder político genuino en la región. Diez años de intentos y la única constante ha sido su incapacidad para mantener figuras relevantes.

El último intento, personificado en Renán Sánchez Tajonar, es simplemente una repetición de errores pasados. Siguiendo la senda de otros compañeros de partido como Remberto Estrada y Gustavo Miranda, Sánchez Tajonar ha heredado no sólo la ambición desmedida, sino también una total desconexión con la realidad de Cozumel, donde su única conexión es su acta de nacimiento. Su empeño por proyectar un poder que no posee se refleja en gestos tan vacíos como repartir útiles escolares con dinero que no es suyo, pasando por alto incluso lo que la ley marca.

La sombra del secretario de Desarrollo Social del Gobierno de Quintana Roo, Pablo Bustamante Beltrán, añade un tono aún más oscuro a este panorama. Sus vínculos con escándalos públicos, desde agresiones a personas de la tercera edad hasta presuntos lazos con el «Cártel del despojo», lo convierten en un lastre político. La Fiscalía Anticorrupción ha desenterrado una red de servidores públicos, entre ellos Bustamante, acusados de apoderarse de propiedades mediante tácticas ilegales.

El Partido Verde en Quintana Roo no sólo está perdiendo poder político, está erosionando su credibilidad a pasos agigantados. La sucesión de figuras con fallas éticas y morales demuestra una falta de criterio alarmante. Si el objetivo era consolidar una influencia real en la región, el resultado ha sido, más que un fracaso, un retroceso en cada intento. Mientras persistan en su elección de personajes cuestionables, su caída seguirá siendo inminente y merecida.