La reciente escalada de intensidad del huracán Otis, que lo llevó a convertirse en el «peor huracán de nuestra historia», según la canciller Alicia Bárcena, no solo ha dejado estragos materiales, sino que también se presenta como un fuerte recordatorio de los desafíos ambientales que enfrenta la región de América Latina y el Caribe. Esta situación, atribuida en gran medida al cambio climático, plantea la urgente necesidad de abordar las presiones crecientes de los impactos del calentamiento global.
El vínculo entre Otis y el cambio climático es innegable. A medida que los océanos experimentan un calentamiento debido al cambio climático, se espera que la intensidad y la frecuencia de los huracanes aumenten de manera significativa. Los océanos más cálidos proporcionan la energía necesaria para alimentar estos fenómenos climáticos, dando lugar a huracanes más fuertes y destructivos.
Otis, alimentado por aguas oceánicas más cálidas de lo normal, alcanzando alrededor de 31 °C cuando lo habitual son 28 °C, aprovechó la interacción entre la atmósfera y los océanos para pasar de tormenta tropical a un huracán de categoría 5 en menos de 12 horas. Esta intensificación sin precedentes en el Pacífico mexicano resalta la rápida transformación que pueden experimentar estos fenómenos cuando se dan las condiciones adecuadas, condiciones que se ven exacerbadas por el cambio climático.
En el contexto de este panorama preocupante, México debe reorientar su gasto para hacer frente a los impactos del calentamiento global. Asignar un presupuesto adecuado a programas de mitigación y adaptación se vuelve esencial para contrarrestar los embates de la temperatura global del planeta y proteger a las comunidades vulnerables ante eventos climáticos extremos.
El huracán Otis, con su rápido fortalecimiento impulsado por las aguas cálidas del océano, destaca la vulnerabilidad de la región y la necesidad de una acción urgente. La intensificación de estos fenómenos meteorológicos representa una amenaza real para la seguridad y la estabilidad de América Latina y el Caribe. Ahora, más que nunca, se requiere una respuesta colectiva, no solo a nivel nacional sino también a nivel regional e internacional, para abordar los desafíos del cambio climático y construir resiliencia frente a futuros eventos climáticos extremos.