El turismo y el laberinto del INM en Quintana Roo: Un juego de rechazos y retenciones

En un país donde la hospitalidad se enarbola como estandarte, el Instituto Nacional de Migración (INM) parece jugar su propia partida. ¿La premisa? Rechazar, retener y, si el juego lo permite, deportar a turistas extranjeros en el laberinto burocrático de Quintana Roo.

Todo comenzó como un baile de sillas el 21 de enero, cuando el comisionado del INM, Francisco Garduño Yáñez, dio la bienvenida al nuevo titán al mando, el almirante Carlos Manuel Bandala González. Desde entonces, el baile no ha sido de gala, sino de rechazo a turistas, especialmente los provenientes de Colombia.

Las cifras hablan por sí solas: embajadas que claman esclarecimiento, recomendaciones de derechos humanos y, por si fuera poco, la destitución de 2,500 agentes migratorios a nivel nacional. ¿Su delito? Maltrato a los visitantes foráneos. Un dato curioso: el 10% de estos despidos se adjudican a la oficina migratoria en el Aeropuerto Internacional de Cancún. ¿Casualidad?

Parece ser que la bienvenida a Quintana Roo no es con margaritas, sino con alertas migratorias restrictivas y habitaciones provisionales más propias de un episodio de supervivencia que de una experiencia turística.

La Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), cual intrépido aventurero en búsqueda de la verdad, ha encontrado más que conchas en la playa. Visitas a terminales aéreas, entrevistas a turistas colombianos que denuncian condiciones insalubres, ratas y baños en desgracia. ¿Un resort cinco estrellas? No, el trato a algunos visitantes en las instalaciones migratorias.

Pero la orquesta no cesa. La última sinfonía la toca la CNDH en una acusación de discriminación a una familia colombiana, impidiéndoles volar hacia Ámsterdam. ¿El motivo? Un misterio digno de Sherlock Holmes.

Y si pensábamos que ya habíamos explorado todos los rincones de este laberinto, llega la sorpresa final: la corrupción tiene su propio fast pass. Trámites exprés a cambio de jugosas sumas de dinero. Un pase de residencia en minutos, como si de un juego de Monopoly se tratase, pero aquí los billetes son reales y la justicia parece ser un bien que se adquiere a precio.

Quintana Roo, tierra de paradisiacas playas y turismo en alza, se convierte en escenario de un juego donde las reglas son inciertas, los rechazos son habituales y la transparencia, una utopía. El INM parece tener su propia versión de «Bienvenidos al laberinto», pero en este caso, no hay héroes ni finales felices para los turistas extranjeros que cruzan sus puertas.