Redacción / Quintana Roo Ahora
México.- En el corazón de Chihuahua, en la casa convertida en museo del Centauro del Norte, se encuentra un objeto que susurra historias escalofriantes: la silla de montar de Pancho Villa. Un asiento forrado con la piel de un chino, cuyos ojos aún parecen observar desde la cabeza de la montura.
La leyenda cuenta que este chino no murió en paz. Se dice que Villa, enfurecido por la muerte de su única hija con Luz Corral, a manos de un supuesto envenenador chino, ordenó que le arrancaran la piel vivo.
La silla, entonces, se convirtió en un macabro trofeo y un recordatorio de su venganza.
Pero la historia no termina ahí. Algunos aseguran que la silla está maldita, que el espíritu del chino sigue atrapado en el cuero, atormentando a quien ose sentarse en ella. Otros dicen que es un símbolo de la crueldad de la Revolución, un eco de los horrores de la guerra.
¿Verdad o mito? La historia no ofrece respuestas definitivas. Lo que sí es cierto es que la silla de Villa sigue siendo un objeto de fascinación y misterio, un recordatorio de un pasado violento y de las leyendas que nacen de la tragedia.