Redacción / Quintana Roo Ahora
México.- Cada 15 de septiembre, las plazas de México se inundan de banderas, luces patrias y gritos de júbilo que recuerdan la emblemática noche en que, según la tradición, Don Miguel Hidalgo y Costilla dio el famoso «Grito de Dolores». Pero, ¿qué tanto de lo que se nos ha contado es cierto y qué parte forma parte del mito que rodea a este importante suceso?
Se dice que la madrugada del 16 de septiembre de 1810, Hidalgo, con estandarte en mano y acompañado por Ignacio Allende, llamó a los pobladores del pueblo de Dolores a levantarse en armas contra la opresión del gobierno virreinal. En los libros de historia, este momento se ha convertido en el símbolo del inicio de la guerra de independencia. Sin embargo, los relatos difieren cuando uno se adentra en los detalles.
Para empezar, el famoso «grito» que hoy repiten presidentes en las plazas públicas podría no haber sido exactamente como lo imaginamos. No hay registros precisos que confirmen las palabras exactas que Hidalgo pronunció esa madrugada. Algunos historiadores sugieren que, en lugar de un llamado solemne y ceremonioso, Hidalgo simplemente arengó a los presentes con un discurso menos elaborado, lleno de urgencia y espontaneidad. Después de todo, el levantamiento había sido descubierto antes de tiempo, y lo que en realidad ocurría era una reacción desesperada.
Otro mito recurrente es la figura idealizada de Don Miguel Hidalgo. A menudo se le presenta como el sacerdote bondadoso que luchaba por la libertad de su pueblo, pero la realidad es más compleja. Hidalgo, además de ser sacerdote, era un hombre de ideas progresistas para su tiempo, defensor del comercio y cuestionador de la autoridad eclesiástica. Pero también fue un líder militar improvisado, cuya estrategia era muchas veces incierta. El famoso episodio de su negativa a tomar la Ciudad de México cuando tuvo la oportunidad es un misterio que aún desconcierta a los historiadores.
Y luego está la cuestión del «Estandarte de la Virgen de Guadalupe», otro símbolo asociado con Hidalgo. Se cree que utilizó esta imagen religiosa para motivar a los campesinos, apelando a su fe. Sin embargo, hay quienes sugieren que su elección no fue por devoción religiosa, sino por una jugada política que buscaba ganarse a las masas. En ese momento, la Virgen de Guadalupe ya había sido adoptada como símbolo de identidad criolla.
Así, cada año repetimos la tradición, entre ecos de historia y leyenda, de un grito que, aunque hoy se celebra con fervor, es un recordatorio de que la historia nunca es tan clara como nos la han contado. Los mitos y las leyendas construyen nuestra identidad nacional, pero también nos recuerdan que los héroes no siempre son tan inmaculados como los imaginamos. Al final, lo importante no es tanto lo que sucedió palabra por palabra, sino lo que esos eventos significaron y siguen significando para un México que, en medio de las luces y el ruido, busca siempre redescubrir su propio grito de independencia.