Redacción / Quintana Roo Ahora
Chetumal.- En el corazón de Quintana Roo, Carlos A. Madrazo celebró hoy 20 de noviembre medio siglo de existencia con un desfile lleno de vida y color. Las calles del pueblo vibraron con la participación de estudiantes de primaria, secundaria y bachillerato, mientras los fundadores, aquellos pioneros que trazaron los cimientos de esta comunidad, fueron coronados en un emotivo homenaje. Entre ellos, Idelfonsa Chávez Delgado, cuyo nombre evoca las memorias de una generación valiente que dejó atrás lo conocido para forjar un nuevo hogar.
Todo comenzó en 1974, cuando familias enteras de Pedernales, Michoacán, emprendieron un viaje cargado de esperanza. En camiones cañeros motorizados, aquellos hombres y mujeres cruzaron largas distancias con sus pertenencias y sus sueños a cuestas. Pero no todo era alegría: atrás quedaban amistades, costumbres y una parte de su identidad, que habrían de reconstruir en tierras desconocidas. Al llegar, los esperaba un campamento improvisado y un paisaje virgen que pronto se convertiría en un nuevo pueblo: Carlos A. Madrazo.
El liderazgo de Gerardo Montaño Reyes, oriundo de Pedernales, fue clave. Con visión y dedicación, trazó el diseño del pueblo y organizó el reparto de tierras. Aunque las autoridades intentaron imponer cultivos específicos para impulsar la economía, fue la misma comunidad quien decidió su destino: la caña de azúcar. Irónicamente, el cultivo elegido prosperó gracias al clima tropical, convirtiéndose en el motor económico de la región y símbolo de la resiliencia de sus habitantes.
Hoy, al conmemorar su 50 aniversario, Carlos A. Madrazo se levanta como un testimonio de esfuerzo colectivo y de la unión entre dos culturas. Las tradiciones de Pedernales aún laten en el alma del pueblo, mezcladas con los nuevos matices que el tiempo y la tierra quintanarroense le han aportado.
El desfile de hoy no fue solo una celebración; fue un reconocimiento a la historia compartida y a los sacrificios que hicieron posible este rincón de esperanza en el municipio de Othón P. Blanco. Medio siglo después, Carlos A. Madrazo no solo es un nombre, sino un legado vivo que sigue escribiéndose con cada generación que pisa sus calles.