¿Cómo puede un líder ignorar la podredumbre en su propio sindicato?

Paso En Falso

Imaginen por un momento el tamaño del autoengaño —o el descaro— que implica la declaración de Rubén Carrillo Buenfil, exlíder del sindicato de taxistas «Andrés Quintana Roo» en Cancún y actual diputado del PT en Quintana Roo, cuando se deslinda de la violencia y corrupción que sacuden al gremio que él mismo encabezó. En una reveladora conferencia, Carrillo Buenfil asegura que no fue presionado para abandonar el sindicato y que, de hecho, desconocía cualquier actividad ilícita vinculada a sus colaboradores más cercanos. Como si un líder sindical, cuya esencia es velar por los intereses de sus agremiados, pudiera realmente ignorar el caos que fermenta dentro de su propio sindicato.

Lo que resulta alarmante no es sólo la violencia que ha manchado al sindicato —miembros asesinados y ahora la sospecha de un interés político detrás que involucra a su líder interino—, sino la falta de responsabilidad de Carrillo. Su argumento parece desafiar la lógica: ¿cómo es posible que un hombre que durante años ha estado en esta organización sindical, que se codeó con sus antecesores y su directiva, no tenga conocimiento de lo que sucede en sus propias filas?

Es aún más inquietante que Carrillo, quien hoy ocupa un escaño en la XVIII Legislatura de Quintana Roo, nos pida creer que renunció «por voluntad propia» para dedicarse a sus labores legislativas. Esta afirmación es, cuando menos, desconcertante. Más bien parece una salida calculada frente a la violencia que corroe al sindicato. Su desvinculación personal de los recientes actos violentos y su supuesta disposición a colaborar con la Fiscalía General del Estado parecen ser más un acto de encubrimiento que de verdadera transparencia.

Recordemos que Salomón Alfonso Muñoz, el líder interino detenido y señalado por su implicación en el asesinato de José Luis Corral Morales, fue un colaborador directo de Carrillo. De hecho, el propio Carrillo se niega a profundizar en los detalles, invocando el respeto al proceso judicial. Y mientras su postura se reviste de prudencia, no deja de resonar como un silencio cómplice ante una violencia que se ha vuelto endémica en el gremio taxista.

Esta situación no es aislada. En un contexto donde el poder sindical suele ir de la mano con los intereses políticos, la opacidad y la omisión se convierten en parte del día a día. La falta de una autocrítica sincera por parte de Carrillo Buenfil no sólo deja al gremio de taxistas a merced de su propia inestabilidad, sino que también pone en tela de juicio su responsabilidad como funcionario público. Porque, al final, un líder que se deslinda de los problemas de su propio sindicato ¿no es acaso un líder que le da la espalda a su responsabilidad?