Redacción / Quintana Roo Ahora
CHETUMAL.- En un escenario donde el pragmatismo político supera las promesas de igualdad, la alianza Morena-Verde protagoniza movimientos estratégicos que dejan a las acciones afirmativas y a las mujeres como las principales perjudicadas. En Quintana Roo, la lucha por posiciones clave parece importar más que los méritos o la capacidad, y menos aún el género.
El primer caso es el de Marybel Villegas, diputada federal que, tras un pacto de última hora, fue colocada como candidata suplente en un movimiento que garantiza su permanencia en la esfera política. Este acuerdo, respaldado por el senador Ricardo Monreal, resultó en la sustitución de Selina Isela Caamal Jiménez, una exfuncionaria de la Zona Maya, quien había sido elegida por su trayectoria local y representatividad indígena. Su desplazamiento ha generado críticas por tratarse de una muestra evidente de que las acciones afirmativas son vulnerables ante las ambiciones políticas.
Paralelamente, Eugenio Segura logró un ascenso estratégico al ser nombrado presidente de la Comisión de Turismo. Este nombramiento consolida su posición en el ámbito nacional, pero el precio lo pagó Juanita Guerra de Mena, senadora por Morelos con una trayectoria sólida que incluye una maestría y experiencia legislativa. Su exclusión ha sido señalada como un caso de violencia política de género, generando cuestionamientos sobre las prioridades del partido.
Ambos movimientos han sido dirigidos desde las alturas de Morena, donde Adán Augusto López, coordinador de los senadores, emerge como el artífice de estas estrategias. Las críticas apuntan a un patrón preocupante: en el ajedrez político de la sucesión gubernamental, las mujeres parecen ser las piezas más fáciles de sacrificar.
Mientras las promesas de paridad quedan relegadas, las decisiones tomadas en el seno de Morena-Verde envían un mensaje claro: el camino hacia el poder sigue siendo una lucha desigual, donde las prioridades políticas pesan más que los derechos.