Los contrastes laborales de fin de año

Paso En Falso

En Quintana Roo, la temporada decembrina llega con luces y contrastes. Mientras muchos esperan con ansias el aguinaldo como un respiro financiero, otros miles saben que no recibirán nada. Y no porque no trabajen, sino porque su decisión de apostar por la informalidad los coloca fuera del sistema de prestaciones sociales. Aunque es una realidad «triste», también debemos reconocer que es parte del costo de elegir trabajar al margen de la formalidad. Por otro lado, están los micro y pequeños empresarios que, pese a la pesada carga fiscal y las complicaciones del sistema, apuestan por la formalidad, sosteniendo empleos para cientos de familias. Su esfuerzo, en medio de un entorno que muchas veces no favorece, merece reconocimiento.

Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, 18 mil trabajadores en Quintana Roo se sumaron este año a la informalidad, elevando la cifra total a 221 mil personas sin seguridad social ni prestaciones. Detrás de este número hay historias complejas: personas que buscan ingresos inmediatos, la incapacidad de las empresas para absorber más empleos formales y un sistema que, aunque mejorable, parece no tener respuestas claras ante la creciente informalidad. ¿Cómo logramos que estas 221 mil personas puedan optar por empleos con derechos? ¿Qué incentivos necesitan las empresas para formalizarse?

El análisis de género en estos datos también es revelador. Por cada mujer que trabaja en la informalidad, hay dos hombres en la misma condición, reflejando un cambio notable en comparación con el 2023. ¿Por qué son ellos los que están migrando con mayor frecuencia hacia la precariedad laboral? Quizá las demandas del mercado o las dinámicas familiares estén empujándolos a aceptar trabajos sin garantías, pero lo cierto es que el panorama apunta a un deterioro constante de las condiciones laborales, sobre todo en sectores clave como el turismo y la construcción.

Esta situación no es nueva, pero se agudiza cada año. La informalidad no solo refleja una decisión individual, sino también un reto estructural: un sistema laboral y fiscal que necesita modernizarse y adaptarse a las realidades del país. Aplaudimos a los empresarios formales que, contra viento y marea, siguen apostando por la estabilidad de sus empleados, pero también urge que desde las políticas públicas se construyan mejores puentes hacia la formalidad. De lo contrario, el aguinaldo seguirá siendo un lujo para unos y un imposible para muchos.