¿Optimizando o desmantelando la justicia laboral?

Paso En Falso

La reciente publicación en el Diario Oficial de la Federación, que anuncia la supresión de siete Oficinas Auxiliares de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, tiene toda la intención de sonar a eficiencia administrativa. Cancún, Ciudad del Carmen, Ensenada y otras ciudades pierden estas instancias bajo el argumento de “optimizar recursos”. Pero, ¿a quién queremos engañar? Si la justicia laboral ya era un campo minado de burocracia, retrasos y complicaciones, ahora lo será aún más, pero con un toque de road trip obligatorio para los trabajadores que tendrán que viajar kilómetros para ser escuchados.

En el caso de Cancún, la decisión de trasladar los conflictos laborales a Mérida no es solo un inconveniente logístico, es un golpe directo al acceso a la justicia. Estamos hablando de trabajadores que muchas veces enfrentan despidos injustificados o condiciones laborales precarias y que ahora tendrán que asumir costos adicionales —de tiempo y dinero— para litigar. ¿Es esto realmente optimización? Porque desde aquí parece más bien un mensaje claro: “Si tienes un problema laboral, resuélvelo solo o aprende a vivir con él”.

El discurso de la “reducción de carga de trabajo” suena más a excusa que a justificación real. Si las oficinas de Cancún y otras ciudades no eran necesarias, ¿por qué los conflictos laborales siguen siendo un tema recurrente? En lugar de cerrar oficinas, quizá deberíamos estar hablando de modernización y fortalecimiento de estos órganos. Pero claro, eso requiere visión, inversión y, sobre todo, compromiso con la clase trabajadora. Parece más sencillo bajar la cortina y disfrazarlo de estrategia.

Lo que queda claro es que esta supuesta «optimización» deja a muchos trabajadores y empleadores en el limbo. Porque el acceso a la justicia no es solo una cuestión de kilómetros recorridos, es un derecho que no debería depender de la capacidad de alguien para financiar un viaje o asumir los costos de un proceso más complejo. Pero, como siempre, el ajuste lo pagarán los mismos de siempre: los más vulnerables. Al final, esto no es eficiencia, es abandono.