Redacción / Quintana Roo Ahora
CDMX.- El trabajo informal sigue siendo el eje de muchas historias cotidianas en México. Según la última Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del Inegi, en noviembre, 32.8 millones de personas trabajaban en la informalidad, lo que equivale al 54.6% de la población ocupada del país. Estas cifras, más que datos duros, retratan la realidad de millones de mexicanos que, día a día, viven entre la incertidumbre y la necesidad.
La informalidad laboral es un fenómeno multifacético. No se trata solo de los vendedores ambulantes o los músicos callejeros que adornan las esquinas de nuestras ciudades; también incluye a jornaleros agrícolas, trabajadoras del hogar y empleados bajo esquemas de subcontratación. ¿Qué tienen en común? Una ausencia total o parcial de derechos laborales como seguridad social, prestaciones de ley o contratos formales.
Impactos económicos y sociales de la informalidad
El Coneval señala que la diferencia salarial entre trabajadores formales e informales es considerable. Mientras los empleados formales reportaron un ingreso promedio mensual de 10,584 pesos en 2024, los informales ganaron, en promedio, 5,019 pesos al mes. Estas cifras van más allá de un desequilibrio económico: reflejan una desigualdad estructural que perpetúa ciclos de pobreza y exclusión.
Sin embargo, la informalidad no es homogénea. Una trabajadora del hogar en la Ciudad de México no enfrenta los mismos retos que un jornalero agrícola en Sonora. Migraciones laborales, largas jornadas y falta de acceso a derechos básicos son parte de un panorama que, aunque diverso, comparte un común denominador: la precariedad.
¿Qué se está haciendo para combatir la informalidad?
El gobierno mexicano, encabezado por Claudia Sheinbaum, ha comenzado a implementar estrategias que buscan formalizar sectores históricamente olvidados. Programas dirigidos a trabajadoras del hogar y jornaleros agrícolas son una señal de que se está poniendo atención en estas problemáticas.
“Estamos formalizando una parte del sector de la economía que se considera informal, como las trabajadoras del hogar, para que puedan tener derechos y seguridad social”, declaró recientemente la mandataria.
Uno de los objetivos principales es mejorar las condiciones de los jornaleros agrícolas que migran cada año desde estados del sur como Oaxaca y Chiapas hacia regiones agrícolas del norte. Sin embargo, la implementación efectiva de estos programas enfrenta retos en términos de infraestructura, vigilancia y voluntad política.
El desafío: transformar la economía informal
Si bien los esfuerzos por reducir la informalidad han avanzado, queda un largo camino por recorrer. Las soluciones no solo deben enfocarse en regularizar sectores específicos, sino también en cambiar las estructuras que perpetúan la informalidad: educación, acceso a créditos y mejores políticas fiscales para pequeños negocios.
México necesita seguir apostando por una economía que ofrezca oportunidades dignas para todos, no solo para aquellos que encajan en las dinámicas de la formalidad. Porque, al final, la lucha contra la informalidad no es solo una cuestión económica; es una lucha por la justicia, la equidad y los derechos humanos.
¿Qué opinas? ¿Es suficiente lo que se está haciendo para combatir la informalidad?