Tijuana.- El 23 de marzo de 1994, en la colonia Lomas Taurinas de Tijuana, el aire se llenó de un tenso silencio interrumpido solo por los acordes de La Culebra de Banda Machos. Luis Donaldo Colosio, el candidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional (PRI), pronunciaba un discurso que resonaba entre los asistentes, muchos de ellos habitantes de una de las zonas más marginadas de la ciudad. Nadie podía imaginar que, minutos después, un solo disparo cambiaría el curso de la historia política de México.
Mario Aburto Martínez, un hombre de apariencia común, logró penetrar el cerco de seguridad y, en cuestión de segundos, acabó con la vida de quien era considerado el próximo presidente de México. Colosio fue trasladado de urgencia al Hospital General de Tijuana, pero a las 18:55 horas se confirmó su muerte. El magnicidio no solo truncó la vida de un político prometedor, sino que sembró una sombra de duda y sospecha que persiste hasta el día de hoy. ¿Quién era realmente Mario Aburto? ¿Actuó solo o fue parte de un complot más grande? Las versiones extraoficiales, los rumores y las teorías conspirativas han alimentado un misterio que parece no tener fin.
El asesinato de Colosio ocurrió en un momento crítico para México. La sublevación zapatista en Chiapas, liderada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), había sacudido al país desde el 1 de enero de ese mismo año. Las negociaciones entre el gobierno y los zapatistas, que comenzaron el 21 de febrero de 1995 en la catedral de San Cristóbal de las Casas, se vieron abruptamente interrumpidas por el magnicidio. Los zapatistas, que habían presentado una serie de demandas, algunas razonables y otras inaceptables para el gobierno, decidieron suspender las pláticas. La muerte de Colosio no solo paralizó las negociaciones, sino que sumió al país en una profunda incertidumbre política.
El contexto en el que ocurrió el crimen no puede ser ignorado. Colosio, un economista formado en el Tec de Monterrey y con estudios de posgrado en Estados Unidos, representaba la continuidad del proyecto modernizador de Carlos Salinas de Gortari. Sin embargo, su candidatura estuvo marcada por tensiones internas dentro del PRI, especialmente con Manuel Camacho Solís, quien aspiraba a ser el candidato presidencial. Camacho, un hábil negociador y exjefe del Departamento del Distrito Federal, se había convertido en una figura clave en las negociaciones con los zapatistas, lo que generó rumores de que podría reemplazar a Colosio en la candidatura. Estas tensiones, sumadas a la falta de comunicación entre el equipo de Colosio y la presidencia, crearon un ambiente de desconfianza y rivalidad que muchos han señalado como el caldo de cultivo perfecto para un complot.
El discurso que Colosio pronunció el 6 de marzo de 1994 en el Monumento a la Revolución, durante el 65 aniversario del PRI, fue interpretado por algunos como una ruptura con el gobierno de Salinas. En él, Colosio habló de la necesidad de transformar al PRI y de enfrentar los problemas más graves del país. Sus palabras, que resonaron como un llamado a la democratización, fueron vistas por algunos como una amenaza a los intereses del establishment político. ¿Fue este discurso el detonante que selló su destino?
El magnicidio de Colosio no solo dejó un vacío en la sucesión presidencial, sino que expuso las fracturas internas del PRI y la fragilidad del sistema político mexicano. Ernesto Zedillo, quien inicialmente no aspiraba a la presidencia, terminó siendo el candidato sustituto y, eventualmente, el presidente de México. Sin embargo, las dudas sobre lo ocurrido el 23 de marzo de 1994 nunca se disiparon por completo. ¿Fue Mario Aburto un asesino solitario o un peón en un juego político mucho más oscuro?
Hasta hoy, el magnicidio de Luis Donaldo Colosio sigue siendo uno de los episodios más enigmáticos y trágicos de la historia reciente de México. Un crimen que no solo acabó con la vida de un hombre, sino que dejó una herida abierta en la memoria colectiva del país. Un misterio que, a pesar de los años, sigue esperando respuestas.