Los alumnos no tienen la culpa, los maestros tampoco

Paso En Falso

Una vez más, el argumento de “los alumnos afectados por la falta de clases” se convierte en la bandera del gobierno para deslegitimar la lucha magisterial. Es un discurso efectivo porque apela al miedo de los padres y al bienestar de los estudiantes, pero omite lo esencial: los maestros no están en paro por capricho, sino porque las condiciones laborales que enfrentan son cada vez más precarias. ¿Cómo se puede garantizar una educación de calidad si quienes la imparten son sometidos a recortes, incertidumbre en su jubilación y condiciones injustas?

El Comité Estatal de Lucha Magisterial en Quintana Roo lo ha dejado claro: no se trata solo de un asunto salarial, sino de una reforma que les afecta en su retiro, en sus derechos adquiridos y en su futuro. No es menor que los docentes rechacen los acuerdos anunciados por el SNTE y la SEQ, porque históricamente esos pactos han beneficiado más a los sindicatos que a los trabajadores. Mientras tanto, el gobierno pretende imponer un regreso a clases sin resolver el problema de fondo, como si ignorar el conflicto lo fuera a desaparecer.

Pero lo que más preocupa es la estrategia de presión que pone a los padres en contra de los maestros, en lugar de construir puentes de diálogo y soluciones reales. Se habla de los 341 mil estudiantes afectados, pero no se menciona cuántos docentes verán mermado su salario, su retiro y su calidad de vida con esta reforma. ¿Acaso una educación pública digna no empieza por el bienestar de quienes enseñan? En lugar de buscar culpables en las aulas vacías, el gobierno debería centrarse en escuchar y conciliar, porque la educación no es solo cuestión de alumnos en el aula, sino de condiciones justas para quienes los forman.

Los docentes han demostrado su compromiso incluso en paro, asistiendo a las escuelas en una “huelga de brazos caídos”, esperando ser escuchados. El gobierno tiene dos opciones: seguir criminalizando su lucha o asumir la responsabilidad de construir acuerdos justos. La educación de calidad no se decreta con comunicados oficiales; se garantiza con maestros valorados, respetados y protegidos.