Quintana Roo y la deuda con sus mujeres


Paso En Falso


Pasó el 8 de marzo y, como cada año, las calles se llenaron de gritos, pancartas y exigencias. Pero cuando las marchas terminan, la violencia sigue. La realidad en Quintana Roo es una que debería helarnos la sangre: somos el estado con más mujeres hospitalizadas por ataques violentos en la Península. No se trata solo de golpes dentro de casa, sino de balas y cuchillos. De intentos de asesinato, de vidas que cuelgan de un hilo, de una violencia que no discrimina entre municipios o edades.

Las cifras del Sistema Nacional de Vigilancia Epidemiológica lo confirman: 139 mujeres han terminado en el hospital por violencia, 77 de ellas con heridas de bala o arma blanca. Casos como el de la mujer de Felipe Carrillo Puerto, víctima de su expareja, o la niña en Cancún, usada como escudo humano, son desgarradores y demuestran lo que aquí es evidente: la vida de las mujeres sigue siendo moneda de cambio en un estado donde la impunidad es la regla y no la excepción.

Los gobiernos pueden hablar de cifras a la baja, pueden presumir programas y líneas de atención, pero ¿de qué sirven si las balas siguen encontrando cuerpos de mujeres y niñas? Los feminicidios en Quintana Roo pueden parecer “pocos” si los comparamos con otros estados, pero cada uno es una vida arrancada, una familia rota y un sistema que sigue sin garantizar justicia real.

Las mujeres no marchan por gusto. Lo hacen porque, si no lo hicieran, estos números serían aún más altos y estas historias ni siquiera serían contadas. El gobierno, la fiscalía y la sociedad en su conjunto deben dejar de ver la violencia de género como una estadística y empezar a tratarla como lo que es: una emergencia. Mientras no haya consecuencias para los agresores y mientras la violencia se normalice, los hospitales de Quintana Roo seguirán recibiendo a más mujeres heridas, y el 8M seguirá siendo un grito que nadie quiere escuchar.