Chetumal: el dolor de perder un hijo… y que también desaparezca su cuerpo

Redacción / Quintana Roo Ahora

CHETUMAL.- A veces, las palabras no alcanzan. Y otras, sobran. Como en esta historia donde el silencio institucional dice más que cualquier comunicado.

Una joven de apenas 18 años llegó a la clínica del IMSS en Chetumal con el cuerpo cansado, el corazón lleno de miedo y el vientre repleto de esperanza. Era jueves por la noche. Para el amanecer del viernes, su mundo se había quebrado: su bebé nació sin vida. Una tragedia que, para muchas mujeres, se transforma en una herida permanente. Pero lo que vino después no fue consuelo, ni respeto, ni acompañamiento. Fue una desaparición.

Sí, lo que estás leyendo: desapareció el cuerpo del bebé.

Según la familia, tras la dolorosa noticia, el personal del hospital no permitió que vieran al pequeño. En su lugar, entregaron una bolsa sellada y les pidieron confiar. Confiar en un sistema que tantas veces ha fallado. Ante la insistencia de la abuela por ver al niño y darle una despedida digna, la enviaron al cuarto frío del hospital. Pero al llegar ahí, el horror fue aún mayor: el cuerpo simplemente no estaba. Nadie sabía dónde. Nadie decía nada.

Las horas pasaron. Las miradas se esquivaban. Las respuestas eran vagas, insuficientes. Finalmente, la versión oficial: el cuerpo había sido trasladado a Playa del Carmen. ¿Quién lo autorizó? ¿Por qué no informaron? ¿Por qué actuar como si el dolor ajeno fuera algo que se puede embalar y enviar sin aviso?

El viernes 4 de abril, al mediodía, la familia confirmó que el cuerpo del bebé había sido encontrado en esa otra clínica del IMSS. Pero las preguntas siguen flotando en el aire. ¿Qué pasó en ese lapso? ¿Por qué tanta opacidad?

Hasta el momento, la Delegación Estatal del IMSS no ha emitido ningún comunicado. Y el silencio institucional, en un país donde la negligencia médica se disfraza de procedimiento, es una forma más de violencia.

No es sólo una historia de un bebé fallecido. Es la historia de una madre joven que fue vulnerada dos veces. Es el testimonio de un sistema que no sabe cuidar ni siquiera en la muerte. Es un llamado urgente a revisar cómo tratamos a quienes más necesitan empatía.

Porque perder un hijo ya es suficiente. No debería doler más. Y sin embargo, duele.