Cuando preguntar sale caro: una taza de café, un 8% extra y un trato que nadie merece

A veces, lo único que se necesita para que una experiencia cotidiana se transforme en algo incómodo —y francamente indignante— es hacer una pregunta. Una joven en Tulum lo vivió en carne propia cuando decidió compartir en TikTok lo que parecía ser un día cualquiera en una cafetería local. Quiso pagar con tarjeta, le informaron que había un cargo adicional del 8% y, al preguntar por qué, la respuesta no fue una explicación amable, sino una puerta cerrada… en su cara.

Según relata en su video, no solo le intentaron cobrar un impuesto extra, sino que, al pedir cambiar su método de pago a efectivo para evitar ese recargo, una empleada le pidió que se retirara. Así, sin más. «La chava me corrió del café y me dijo que no me iba a atender», dice con una mezcla de sorpresa y molestia.

Lo que más dolió no fue el 8% adicional, ni siquiera el hecho de que el cobro pareciera arbitrario o mal explicado. Fue la actitud. La forma en que, por atreverse a cuestionar algo que no entendía —y que tenía todo el derecho de cuestionar—, fue tratada como una molestia, una clienta incómoda que mejor era ignorar o echar del lugar.

“Jamás debí haber comentado o preguntado si quiera por qué me estaban cobrando un impuesto extra sobre mis alimentos”, comenta en el video, con ese tono que mezcla decepción con una pequeña culpa mal colocada. Pero no, no fue su culpa. Preguntar nunca debería ser motivo para un trato déspota.

El video se viralizó, y con justa razón. Porque detrás de esta historia, que parece pequeña, se esconde algo más grande: la normalización de prácticas poco claras y, peor aún, de una atención al cliente que muchas veces raya en el desprecio. Muchos usuarios la apoyaron y sugirieron lo obvio: presentar una queja ante la Profeco. Y sí, probablemente lo hará.

Pero más allá de lo legal, está lo humano. ¿Cuándo dejamos de ver a los clientes como personas? ¿En qué momento un simple “¿por qué?” se volvió una ofensa digna de expulsión? En tiempos donde las redes sociales amplifican estas experiencias, las respuestas también deberían llegar con la misma fuerza: empatía, claridad y respeto. Porque al final del día, todos hemos sido esa persona que solo quería un café… sin sorpresas ni malos ratos.


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