En México, cada vez menos niños: cae la fecundidad y se encienden las alarmas

Redacción / Quintana Roo Ahora

CDMX.- En el México de hoy, los parques infantiles ya no suenan igual. Los columpios se mueven más por el viento que por las risas. Y es que, en un fenómeno que parecía lejano pero ya es presente, el país está viendo reducir su población infantil a un ritmo que preocupa. Según cifras del Consejo Nacional de Población (Conapo), el porcentaje de niños menores de 11 años pasará de representar el 18.8% de la población total en 2025 a tan solo el 17.3% para 2030. En números concretos: de 25 millones de niñas y niños, la cifra caerá a 23.9 millones.

Esta tendencia no es solo un asunto de estadísticas: nos habla de una transformación social profunda. La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en su gaceta reciente, retoma datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) que revelan cómo la tasa de fecundidad en el país ha descendido dramáticamente: de 2.7 hijos por mujer en 2018 a 1.6 en 2023. Muy por debajo de la tasa de reemplazo poblacional, estimada en 2.1, necesaria para que una población se mantenga estable.

Isalia Nava Bolaños, del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, recuerda que esta caída comenzó con los programas de planificación familiar en los años sesenta, pero fue en los ochenta cuando se aceleró, impulsada por una mayor escolaridad femenina, el acceso masivo a métodos anticonceptivos y un viraje cultural en los roles de género.

Pero hoy la decisión de no tener hijos también responde a un entorno hostil. Así lo relatan jóvenes entrevistados: “Se ha vuelto tan caro que, inclusive, aunque las dos personas estén trabajando, no alcanza para ofrecerle a un hijo lo mínimo que creemos que merece: casa, seguridad, futuro”.

La psicóloga Diana Vargas Hurtado suma otro ángulo: las nuevas generaciones priorizan su bienestar emocional, profesional y sus experiencias de vida. El fenómeno ha dado lugar al auge de las llamadas parejas DINK (Double Income No Kids), es decir, parejas con doble ingreso que deciden no tener hijos para destinar sus recursos a viajes, gustos personales, aficiones e independencia.

A esta visión se suma la académica Luz María Galindo Vilchis, quien desde la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM enumera al menos cinco obstáculos estructurales: empleos inestables, rentas elevadas, largas horas en transporte, falta de redes de cuidados y una creciente necesidad de descanso en medio de rutinas agotadoras.

La preocupación ha llegado incluso a las autoridades. En Tabasco, la secretaria de Educación, Patricia Iparrea Sánchez, hizo un llamado polémico: animar a las y los jóvenes a tener hijos “de verdad”, en lugar de limitarse a criar “perrhijos”, apelando al relevo generacional.

Más allá del tono paternalista, el fondo del mensaje revela una inquietud válida: ¿quién sostendrá las pensiones, cuidará a los adultos mayores o mantendrá activo el mercado laboral en un país que envejece sin reemplazo? De acuerdo con la UNAM, el panorama futuro podría implicar menos trabajadores, más jubilados y un sistema social desbalanceado.

México se enfrenta, entonces, a un desafío complejo: repensar sus políticas públicas en educación, empleo, vivienda y cuidados. Porque la decisión de no tener hijos, aunque personal, es también política. Y si no se escucha a esta generación que dice “no puedo”, “no quiero” o “no es momento”, lo que hoy es una caída en los nacimientos, mañana podría ser una crisis de país.