Por primera vez, el Viacrucis Viviente de Fátima en Cancún fue protagonizado por niñas, niños y jóvenes



Redacción / Quintana Roo Ahora 

CANCÚN.- En el corazón de la Parroquia de Nuestra Señora de Fátima, el Viernes Santo de este año tuvo un rostro distinto. Por primera vez en más de tres décadas de tradición, el Viacrucis Viviente fue representado por niñas, niños y jóvenes del catecismo. Fue una puesta en escena que conmovió a más de 1,500 asistentes, no sólo por su calidad teatral, sino por lo que representa: una apuesta decidida por formar generaciones con fe, valores y esperanza.

A lo largo del recorrido, se entretejieron emociones y simbolismos. Cada estación fue encarnada con el entusiasmo, el compromiso y la inocencia de una infancia que aún cree, que aún sueña. No eran actores profesionales, eran niños que decidieron cargar su pequeña cruz por un propósito mayor: demostrar que la fe puede ser semilla de transformación.

“Queremos infancias sanas, jóvenes que no tengan que elegir las adicciones ni pasos malos. Queremos niños educados con fe, con valores, para recuperar la paz en la sociedad”, expresó una de las catequistas con lágrimas en los ojos, mientras observaba a uno de sus alumnos interpretar a Jesús con una seriedad sorprendente para su corta edad.

El operativo estuvo cuidadosamente coordinado para garantizar la seguridad y el orden de los asistentes. Las familias acompañaron con respeto y devoción, mientras los más pequeños mostraban que también pueden ser protagonistas del mensaje de paz y redención.

Esta versión del Viacrucis no solo marcó un cambio en la historia de la comunidad parroquial, también sembró esperanza en medio de un entorno que muchas veces parece rebasado por la violencia, el abandono y la desintegración. Que sean los niños quienes representen el sacrificio, el perdón y la fe, es un acto profundamente simbólico, y quizás, un primer paso para sanar muchas heridas que pesan en el tejido social de Cancún.

El eco de esta representación resonará más allá de Semana Santa. Porque cuando la infancia toma la cruz, lo hace con la promesa de que aún es posible un futuro más humano, más solidario, más luminoso.