La brecha que duele y sangra: mujeres trabajando más para ganar menos en Quintana Roo

Paso En Falso

Nos dicen que el Caribe mexicano es un paraíso de oportunidades, pero basta mirar los datos para descubrir una verdad incómoda: Quintana Roo es uno de los cinco estados donde más se castiga económicamente a las mujeres por el simple hecho de serlo. No importa si tienen la misma preparación, el mismo puesto o las mismas horas trabajadas: sus bolsillos reciben en promedio 20% menos que los de los hombres. Y no es un cálculo al aire, es estadística dura, oficial, reconocida por el INEGI y México, ¿Cómo Vamos?. Un reflejo de lo que sigue sin corregirse a pesar de leyes que lo prohíben y discursos que lo niegan.

El Congreso local ya hizo lo suyo, al menos en el papel: reformó la Constitución estatal para obligar a pagar igual a hombres y mujeres “en igualdad de condiciones”. Pero ¿de qué sirve la ley si no hay mecanismos de inspección reales, si las empresas no están obligadas a transparentar sus sueldos por género, y si las autoridades laborales solo actúan cuando hay denuncia —y aún así, a medias—? Las mujeres en Quintana Roo no solo enfrentan salarios más bajos, sino que además cargan con dobles y triples jornadas no remuneradas: cuidan hijos, cocinan, limpian, y aún así deben aceptar sueldos menores en el sector formal… o sobrevivir en la informalidad.

El gobierno federal presume reformas, aumentos al salario mínimo y prohibiciones al outsourcing como medidas que “cierran la brecha”. Pero esas políticas generales apenas rozan la superficie de un problema estructural que requiere enfoque de género, no solo ajustes económicos. El nuevo gobierno estatal creó una Secretaría de las Mujeres, sí, pero no hay aún un plan estatal que vigile, castigue o corrija la desigualdad salarial. ¿Dónde está el compromiso real con la justicia económica para ellas?

Reducir esta brecha no es un asunto simbólico ni solo de equidad moral. Es una deuda histórica que limita el desarrollo, que ancla a miles de mujeres en la precariedad y que contradice el discurso turístico de modernidad e inclusión con el que se vende Quintana Roo. Cerrar la brecha salarial es una urgencia, no una promesa más en el archivo muerto de las buenas intenciones. Porque ningún paraíso es tal si la mitad de su gente tiene que trabajar más para vivir con menos.