¿Qué tan podrida tiene que estar la seguridad en Cancún para que un tipo en moto, con toda la calma del mundo, se detenga en plena madrugada, abra el cofre de una camioneta de trabajo y se lleve la batería como si fuera suya? No una vez, dos veces. Y en diferentes regiones.
Primero fue en la Región 60, a un costado del edificio de Telmex. Las cámaras captaron cada segundo: el ladrón actúa sin prisa, sin miedo, como si tuviera permiso. Luego, minutos después, en la Región 92, hace exactamente lo mismo. ¿Y las autoridades? Bien, gracias.
Vecinos están furiosos, y con razón. Este tipo de robo no es cualquier cosa: no es solo una batería, es el sustento de familias enteras. Son camionetas de trabajo, de gente que se levanta temprano para ganarse la vida honradamente, no en dos ruedas y con tenazas en la mochila.
Y lo peor: no hay respuesta oficial. Ni un comunicado, ni una acción, ni un «ya estamos investigando». Lo único que tenemos son redes sociales llenas de videos, comentarios indignados y la misma impotencia de siempre. Porque mientras el ladrón sigue paseándose como si nada, los afectados tienen que sacar dinero que no tienen para volver a poner a funcionar sus vehículos.
No es un caso aislado. Es una muestra más de cómo la delincuencia menor —esa que tanto daño hace al ciudadano común— se pasea libre, sin freno ni castigo. ¿Hasta cuándo vamos a seguir permitiendo esto?
Los vecinos ya pusieron los videos, los rostros, las pruebas. Ahora le toca a las autoridades hacer su trabajo. Porque si no lo hacen, entonces que no se sorprendan cuando la gente empiece a buscar justicia por su cuenta.