Redacción / Quintana Roo Ahora
MUNDO.- El mundo avanza —a distintos ritmos, con distintas resistencias—, pero avanza. El amor entre personas del mismo sexo, tantas veces relegado al margen y obligado al silencio, comienza a ocupar el lugar que siempre debió tener: el de la dignidad legal. Según el más reciente informe de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex (ILGA), el matrimonio igualitario ya es una realidad en al menos 39 países, y la lista sigue creciendo.
En América Latina, esa revolución comenzó con acento argentino. En 2010, Argentina se convirtió en el primer país de la región en reconocer legalmente el derecho de las parejas homosexuales a casarse. Fue un hito que abrió paso a un efecto dominó que, aunque con tropiezos, ha ido transformando el mapa de derechos en el continente. Chile se sumó en 2021, mientras que México y Cuba lo hicieron en 2022, demostrando que incluso las estructuras más rígidas pueden cambiar cuando el amor se vuelve irrefrenable.
Pero no todo el mapa pinta colores del arcoíris. África sigue siendo el continente más rezagado, con apenas un país que reconoce plenamente el matrimonio igualitario. Las barreras legales, sociales y religiosas siguen siendo altas, pero los activismos locales —a menudo silenciados y perseguidos— siguen encendiendo pequeñas llamas de esperanza.
Asia, por su parte, comienza a despegar. Nepal dio un paso histórico en 2023 y Tailandia, apenas este 2025, se convirtió en referente regional al aprobar una ley que reconoce el matrimonio entre personas del mismo sexo. Es un giro profundo en una región marcada por tradiciones conservadoras, pero también por juventudes decididas a no esconderse más.
El caso más reciente es el de Liechtenstein, ese pequeño pero simbólico país europeo que, en enero de 2025, hizo oficial su entrada al club de naciones donde el amor no se somete a géneros ni prejuicios. Puede parecer un país pequeño en población, pero es enorme en lo que representa: la consolidación de una tendencia global que ya no se puede ignorar.
Aún queda mucho por hacer. La legalización del matrimonio es solo un paso en la lucha por la igualdad real. Todavía hay discriminación en el acceso a la salud, al trabajo, a la vida pública. Pero cada país que se suma, cada pareja que logra casarse sin miedo, cada ley que se firma, es un recordatorio: el amor no es una amenaza. Es un derecho.
Y como todo derecho, debe ser defendido. Hasta que amar deje de ser un acto de valentía, y pase a ser simplemente lo que siempre ha sido: humano.