Farmacias Similares: el paliativo que no deberíamos necesitar

Paso En Falso

En un país donde el discurso oficial insiste en que todo va viento en popa, la realidad del sistema de salud nos regresa con brutalidad a tierra firme. Desde que el IMSS-Bienestar reemplazó al fallido INSABI, el gobierno presume más de 53 millones de personas sin seguridad social atendidas, 669 hospitales rehabilitados y un abasto de medicamentos que —según ellos— ronda el 98%. Pero basta recorrer cualquier comunidad periférica o preguntarle a quienes hacen fila desde la madrugada para descubrir que el acceso real sigue siendo una promesa a medias. ¿De qué sirve que existan hospitales si no hay médicos suficientes, especialistas o insumos? ¿De qué nos sirve un sistema “universal” que aún no opera en todo el país?

En este panorama de simulación, una figura que no aparece en los informes de gobierno se ha convertido en la red de seguridad más efectiva del pueblo: las Farmacias Similares. Con más de 7,600 consultorios adjuntos y consultas de 30 a 70 pesos, son el refugio inmediato para millones. No son perfectas —de hecho, muchos las usan con desconfianza— pero su cercanía, rapidez y bajo costo suplen lo que el Estado no puede o no quiere cubrir. Datos del INSP muestran que estas clínicas privadas de bajo costo llegan a atender hasta 10 millones de personas al mes. La mitad de los mexicanos sin seguridad social pasa por ahí. ¿Y todavía hay quien duda de su impacto?

Resulta incómodo aceptar que un sistema informal y precario sea el que mantiene de pie la salud primaria del país. Y sin embargo, ahí están. Porque cuando te duele algo y no hay médico en la clínica rural, cuando te niegan la receta por falta de stock, cuando la cita te la dan para dentro de tres meses… es el Dr. Simi quien escucha primero. La paradoja es grotesca: mientras el IMSS-Bienestar sigue en fase de implementación y cobertura incompleta (sólo está en 23 estados), las Farmacias Similares ya están en todos lados, incluso donde no hay hospitales públicos y ahora hasta veterinarias están abriendo.

No deberíamos normalizarlo. Que sean necesarias no quiere decir que esté bien. La salud pública no puede descansar eternamente en manos privadas de bajo costo. Pero al día de hoy, si hay algo que impide el colapso total del sistema de atención primaria en México, es la bata blanca del doctor de peluche. Y eso debería indignarnos, no darnos alivio.