Redacción / Quintana Roo Ahora
En Cancún, la justicia urbana se mide con un metro bastante caprichoso. Mientras los reflectores y los millones apuntan al reluciente Auditorio del Bienestar —ubicado, por supuesto, en una zona donde hasta el concreto es de alto pedigrí—, en las colonias populares los inmuebles públicos envejecen, se pudren y se convierten en monumentos al olvido. Pero tranquilos: dicen que es parte del plan… solo que nunca aclaran de qué década.
Hospital General Jesús Kumate (SM 68): del bisturí a la podredumbre
El antiguo Hospital General, donde alguna vez se salvaron vidas y se curaban males, hoy es más bien un set de terror de bajo presupuesto. Tras su traslado en 2017, lo único que ha recibido son saqueos, invasiones y dos cadáveres. ¡Ah!, y una que otra limpieza simbólica para no decir que no se hace nada.
El edificio se ha transformado en refugio improvisado, tiradero de basura, criadero de mosquitos y zona de alto riesgo. Si uno quiere un tour de escombros con aroma a aguas negras y soundtrack de perros callejeros, este es el lugar ideal. ¿Y el proyecto de reconversión? En evaluación, claro. Desde hace años. Casi lo mismo que esperar turno en el IMSS… pero sin número.
Tienda del ISSSTE (Región 93): ni para un “cómodo” baño público sirve ya
Ubicada en una esquina privilegiada —Kabah con Ruta 5—, la tienda del ISSSTE hoy funciona como baño, hotel de paso y mural urbano involuntario. Grafitis, colchones y basura decoran sus interiores, mientras los vecinos acumulan quejas como si fueran puntos de lealtad.
Hubo quien intentó darle una “manita de gato”, pero eso no cubre la peste, los riesgos ni las agresiones que se han registrado en la zona. Porque claro, cuando se abandona un espacio en una colonia popular, mágicamente se transforma en tierra de nadie. Pero no hay que perder la esperanza, quizá en algún futuro muy lejano… cuando el ISSSTE invente tiendas en el metaverso, esta vuelva a tener sentido.
Mercado Felipe Carrillo Puerto (Región 94): construido para vender, olvidado para siempre
Un mercado que jamás fue mercado. Así se resume la historia del Felipe Carrillo Puerto, una estructura que debía impulsar la economía local pero terminó siendo otro elefante blanco. Cerrado, deteriorado y completamente fuera de uso, es la metáfora perfecta del abandono institucional: obras que se construyen sin cabeza, ni corazón, ni seguimiento.
Vecinos como doña Amira ya ni reclaman con coraje, lo hacen con resignación: “Ojalá alguien hiciera algo”, dice, como quien lanza una moneda a un pozo sin fondo. Pero bueno, mientras el Auditorio del Bienestar se convierte en el nuevo centro cultural de la élite cancunense, los mercados de barrio siguen siendo… adornos ruinosos.
Auditorio del Bienestar: porque la cultura no entiende de prioridades
Entre residenciales fifís y desarrollos que no conocen el bache, el Auditorio del Bienestar renacerá con 200 millones de pesos. Cultura, modernidad y aplausos, todo muy bonito. Lo que no se dice en voz alta es que ese mismo “bienestar” brilla por su ausencia a unas cuantas rutas del Crucero, donde lo que hace falta no es otro teatro, sino servicios básicos, atención médica y espacios funcionales.
Pero así funciona Cancún: las prioridades se pintan con brocha gorda y presupuesto gordo… siempre y cuando no huelan a colonia popular.
Quizá algún día se entienda que el verdadero bienestar no necesita auditorio, sino voluntad. Mientras tanto, el pueblo sigue rodeado de ruinas y promesas recicladas. Al menos nos queda el consuelo de que, cuando los edificios colapsen por completo, podremos inaugurar rutas turísticas del abandono. Con entrada gratuita, claro.