Redacción / Quintana Roo Ahora
CANCÚN.- ¿Puede un pasajero subir al transporte público de Cancún con una cerveza en la mano? ¿Debe el conductor impedirlo? ¿Y si no lo hace, hay alguna sanción?
La respuesta corta es: sí está prohibido el consumo de alcohol a bordo, pero no hay una sanción clara para el conductor que lo permite. Este vacío legal, en un entorno donde el transporte colectivo es esencial y a menudo saturado, abre una conversación necesaria sobre seguridad, corresponsabilidad y el enfoque de nuestras normas.
El marco legal: lo que sí y lo que no
El Reglamento de Tránsito del municipio de Benito Juárez (donde se ubica Cancún) establece con claridad que los pasajeros tienen prohibido viajar en estado de embriaguez o consumir bebidas alcohólicas dentro de las unidades de transporte público.
En el caso de los conductores, las reglas son todavía más estrictas: cualquier síntoma de aliento alcohólico o un nivel de alcohol en sangre superior a 0.040 % conlleva sanciones severas, incluyendo multas de hasta 150 UMAs (más de 16 mil pesos) y, en el caso del transporte concesionado, la cancelación inmediata de la licencia.
¿Y si el conductor permite el abordaje con bebidas alcohólicas?
Ahí es donde el reglamento deja un hueco. No existe sanción específica para el chofer que permite que un pasajero suba con una bebida alcohólica en mano, siempre y cuando esa bebida no sea consumida dentro del vehículo o no genere una alteración del orden. La normativa pone el énfasis en el acto de consumo, no en la omisión del conductor.
En otras palabras: un operador podría dejar subir a un pasajero con una cerveza abierta, y mientras no la beba dentro de la unidad, no hay una infracción clara atribuible al conductor.
Un reglamento que necesita afinarse
Mientras que se castiga al conductor que maneje ebrio con firmeza (y con razón), la legislación aún deja fuera elementos clave de prevención. No hay claridad sobre el rol del conductor como filtro de acceso, ni se contempla su responsabilidad frente a pasajeros en estado inconveniente.
Tampoco hay lineamientos claros para las empresas concesionarias, que podrían tener un papel más activo en la capacitación de operadores, vigilancia y aplicación de protocolos preventivos.
¿Qué sigue?
En un Cancún que crece, que se diversifica y que cada día transporta a miles de personas entre zonas hoteleras, colonias populares y centros de trabajo, no podemos darnos el lujo de normas ambiguas. Es momento de pensar el transporte público no solo como un servicio logístico, sino como un espacio social, con implicaciones humanas, de género y de seguridad pública.
Porque no se trata solo de subir o no subir con una cerveza. Se trata de garantizar que todas las personas puedan trasladarse con seguridad, respeto y sin miedo.