Redacción / Quintana Roo Ahora
ESTADOS UNIDOS.- En un discurso cargado de retórica nacionalista y sin espacio para la autocrítica, el expresidente Donald Trump promulgó este miércoles la llamada Ley Alto al Fentanilo, culpando a los cárteles de la droga y a los políticos mexicanos por la epidemia de adicción que azota a Estados Unidos. “Tenemos que hacer algo al respecto, no podemos dejar que eso pase”, dijo con tono marcial ante un auditorio lleno de familiares de víctimas por sobredosis y legisladores republicanos.
La narrativa fue clara: los “salvajes cárteles” y la supuesta pasividad —o incluso complicidad— de las autoridades mexicanas son los villanos perfectos. “Las autoridades mexicanas están aterradas… de presentarse en sus oficinas”, afirmó Trump, sin sustento documental, en una declaración que suena más a campaña que a política pública efectiva.
Pero en medio del teatro político, la realidad muestra matices que la Casa Blanca prefirió ignorar. Los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) reportan que las muertes por sobredosis de fentanilo se dispararon durante el primer mandato de Trump, y aunque el fenómeno persistió en los primeros años del presidente Joe Biden, los datos recientes muestran una reducción del 30% en los últimos 16 meses de su administración. Pese a ello, Trump también culpó a su antecesor de “no hacer nada”.
Uno de los momentos más emotivos, aunque también contradictorios, ocurrió cuando Trump invitó al estrado a Greg Swan, padre de Drew, un joven que cayó en la adicción tras serle recetados opioides por una lesión deportiva. Aunque este testimonio conmovió al público, también puso en evidencia que el origen de la crisis no está únicamente en los cárteles mexicanos, sino en las propias farmacéuticas estadounidenses que durante décadas promovieron medicamentos altamente adictivos bajo falsas promesas de control del dolor.
El caso más emblemático es Purdue Pharma, fabricante de OxyContin, que en 2019 se declaró en bancarrota tras pagar más de 7 mil millones de dólares por demandas civiles. Ningún ejecutivo pisó la cárcel. La historia de Drew, como la de miles más, tiene más que ver con una receta médica legal que con un cruce fronterizo clandestino.
Expertos y hasta investigaciones del propio gobierno estadounidense han señalado que la distribución de fentanilo ocurre a través de redes criminales dentro de Estados Unidos, con participación clave de actores locales y farmacéuticas. Pero en la narrativa de Trump, ese capítulo simplemente se elimina.
Reducir la epidemia al discurso del muro, la mano dura y el “culpen a México”, puede rendir frutos políticos, pero poco abona a la solución de una crisis compleja, donde las víctimas merecen algo más que promesas vacías y culpables importados.