Cancún se calienta: la falta de áreas verdes agrava la sensación térmica en la ciudad

Redacción / Quintana Roo Ahora

CANCÚN.- Mientras los termómetros marcan temperaturas que rondan los 35°C, las calles de Cancún parecen estar sometidas a un calor aún más intenso. La sensación térmica supera con facilidad los 40°C y el motivo no solo es el clima tropical: la urbanización desmedida y la escasez de áreas verdes dentro de la mancha urbana están generando una peligrosa Isla de Calor Urbana.

Un análisis visual basado en imágenes satelitales de Google Maps e implementado la IA revela que, aunque Cancún aún conserva un porcentaje significativo de zonas selváticas en sus alrededores (particularmente al oeste y sur del municipio), el crecimiento urbano ha concentrado más del 40% del territorio en construcciones, calles y zonas pavimentadas que retienen calor y emiten radiación térmica incluso durante la noche.

Barrios como Chalchoapa, Bonfil y la Región 92 han experimentado una transformación acelerada: de espacios verdes a planchas de concreto. Y en la zona hotelera, el contraste es evidente: poco arbolado, aceras descubiertas y largas avenidas expuestas al sol hacen del tránsito peatonal una experiencia agotadora.

El fenómeno conocido como Isla de Calor Urbana (ICU) ocurre cuando las superficies impermeables —asfalto, concreto, techos metálicos— reemplazan a la vegetación natural, impidiendo que el suelo absorba y regule la temperatura a través de la evaporación. Este efecto se agrava cuando la planeación urbana no considera corredores verdes o techos ecológicos.

Expertos coinciden en que Cancún necesita un giro urgente en su modelo de desarrollo: más parques, más árboles y una infraestructura pensada no solo para el turismo, sino para la calidad de vida de quienes habitan la ciudad. “El concreto nos está cocinando vivos, y todavía seguimos construyendo sin sombra ni oxígeno”, advierte Miguel Galindo, arquitecto ambiental.

Según estimaciones basadas en la imagen satelital, al menos el 55% de Cancún aún está cubierto por selva baja o áreas verdes (aunque son zonas no habitadas), pero la presión inmobiliaria ya alcanza estos espacios, especialmente hacia la carretera a Mérida y Bonfil. Preservar estas zonas no es solo un deber ecológico, sino una estrategia de salud pública y bienestar colectivo.

Mientras tanto, la ciudad sigue creciendo, y con ella, el termómetro. La pregunta que queda es: ¿seguiremos pavimentando hasta que no quede sombra?