Paso En Falso
La diputada federal Marybel Villegas asegura ser víctima de una “campaña mediática” en su contra: le inventan propiedades, denuncias y delitos, dice. Nadie niega que en la arena política mexicana las guerras sucias existen y que el golpeteo mediático es un deporte electoral de alto rendimiento. Pero lo que resulta curioso —y casi ofensivo para la inteligencia ciudadana— es que se intente presentar como un ejemplo de honestidad y compromiso alguien cuya trayectoria política ha estado marcada por el salto constante de partido en partido, siempre buscando el acomodo más rentable.
Marybel comenzó en el PRD (2005-2008), se vistió de azul con el PAN (2008-2013), después se arropó con el tricolor del PRI (2013-2017) y finalmente abrazó la causa de Morena desde 2017. Es decir, ha desfilado por casi todo el espectro político, siempre con el mismo discurso: compromiso con el pueblo. El problema no es el cambio de camiseta en sí mismo —los ideales evolucionan, las personas también—, sino la frecuencia con la que lo hace y el oportunismo que delata cada movimiento. Su biografía política es la definición de “chapulineo”.
Hoy denuncia persecución, pero su historial muestra otra cosa: más que ser una víctima de campañas mediáticas, Marybel parece ser una experta en reinventarse al calor de las coyunturas. A veces se viste de oposición, a veces de oficialismo, siempre con el mismo guión: prometer lealtad al pueblo, aunque ya vimos que sólo se tiene lealtad a sí misma. Su narrativa actual de mártir política choca con la memoria colectiva de la ciudadanía que ha sido testigo de su peregrinaje partidista. ¿De verdad el compromiso es con el pueblo o con la nómina?
Por eso su discurso suena hueco. Hablar de honestidad después de haber servido a tantos amos políticos es como intentar limpiar una mancha de aceite con más grasa. Puede que sí exista una campaña sucia en su contra, nadie lo descarta, pero resulta poco congruente pedir credibilidad cuando se ha hecho de la incongruencia un estilo de vida. Marybel dice que la atacan por ser incómoda para ciertos intereses; la realidad es que ha sido funcional para todos, excepto para la ciudadanía.