Regresan sin red: crecen deportaciones y caen remesas en Quintana Roo, una bomba social en curso

Redacción / Quintana Roo Ahora

Cancún, Q. Roo.— Mientras las remesas caen a niveles preocupantes, las deportaciones desde Estados Unidos hacia México no solo aumentan, sino que están generando una presión silenciosa sobre los estados receptores. Quintana Roo, uno de los destinos turísticos más emblemáticos del país, también se ha convertido en un punto clave de retorno para migrantes mexicanos repatriados.

De acuerdo con cifras oficiales del Banco de México (Banxico), entre enero y junio de 2025 fueron deportados más de 56 mil mexicanos desde Estados Unidos. De ellos, 2 mil 442 eligieron establecerse en Quintana Roo. Esto equivale al 4.3 % del total nacional, una cifra que podría parecer menor, pero que, bajo el contexto económico actual del estado, representa un reto estructural urgente.

La socióloga Pamela Hurtado, especialista en migración y desarrollo social, advierte que este fenómeno está ocurriendo sin políticas públicas de contención ni reintegración efectivas. “Estas personas llegan a un estado con mercados laborales altamente estacionales, dominados por el turismo, donde no hay planes claros para la reinserción económica ni acceso garantizado a servicios sociales”, señala.

El retroceso de las remesas: otro golpe

En paralelo, los ingresos por remesas —que muchas veces fungen como salvavidas para familias de bajos ingresos— han sufrido un fuerte retroceso. Durante el primer semestre de 2025, México recibió 29 mil 576 millones de dólares en remesas, un 5.6 % menos que en el mismo periodo del año anterior.

En el caso de Quintana Roo, la caída fue aún más pronunciada: 6.98 %, una de las más altas del país, de acuerdo con los datos más recientes del Banxico.
En junio, el descenso fue alarmante: 16.2 % menos en comparación anual, con una baja también en el número de operaciones (14.3 %) y un monto promedio por envío de apenas 409 dólares.

¿Un estado preparado?

El retorno de miles de migrantes en un momento en el que el estado sufre recortes en inversión federal, inflación en alimentos y una economía informal en expansión, podría convertirse en una bomba de tiempo social. “Los migrantes regresan con habilidades, pero sin redes de apoyo o capital, y enfrentan un entorno que ya de por sí es competitivo y limitado”, agrega Hurtado.

La falta de un programa estatal de reintegración, así como la ausencia de estímulos para canalizar esas capacidades a sectores estratégicos (como la construcción o la educación técnica), hace que el regreso sea, en muchos casos, una nueva forma de exclusión.

Mientras el flujo migratorio cambia de dirección y las remesas se reducen, Quintana Roo enfrenta una encrucijada: o fortalece sus capacidades institucionales para recibir y apoyar a sus connacionales, o se expone a un colapso silencioso de sus redes sociales más vulnerables.

La pregunta que queda en el aire es: ¿estamos preparados para recibir a quienes un día partieron buscando un futuro mejor y hoy regresan con las manos vacías?

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