Redacción / Quintana Roo Ahora
Cancún.- Dos meses. Dos meses llevan los habitantes de la Supermanzana 248, en el fraccionamiento Casas del Mar, respirando el hedor de las aguas residuales que se desbordan en sus calles. Dos meses de puertas cerradas, ventanas clausuradas y niños enfermando por un problema que Aguakan ha decidido ignorar olímpicamente.
Porque sí, las cuadrillas llegan… miran, anotan algo en una libreta y se van. Nada más. Como si el hecho de que decenas de familias vivan atrapadas en un foco de infección fuera un simple detalle administrativo. Los vecinos cuentan que han hecho más de diez reportes, y aún así la empresa sigue actuando como si la pestilencia y las enfermedades fueran cosa normal.
La escena es indignante: charcos pestilentes sobre la vía pública, el olor nauseabundo que se percibe a varios metros, vecinos obligados a vivir encerrados como si fueran prisioneros en su propia casa. ¿Y qué dice Aguakan? Nada. Su silencio y su falta de acción son un insulto.
No es la primera vez. El año pasado ocurrió lo mismo: un arreglo temporal, un parche mal hecho que duró unas semanas, hasta que la red colapsó de nuevo. Y aquí estamos otra vez, repitiendo la historia. ¿Qué sigue? ¿Esperar a que el problema se agrave hasta convertirse en una emergencia sanitaria?
Esto no es un “detalle técnico”. Esto es un problema de salud pública que pone en riesgo a decenas de familias. Es inaceptable que la empresa, con los cobros puntuales que hace mes a mes, no pueda garantizar lo más básico: un sistema de drenaje funcional.
Los vecinos ya advirtieron que, si no reciben respuesta, acudirán a instancias superiores. Y tienen toda la razón: Aguakan debe responder ya. No con visitas fugaces ni promesas vacías, sino con una solución definitiva. Porque vivir entre aguas negras no es vida, y la paciencia de la gente tiene un límite.