Paso En Falso
En la política quintanarroense los fantasmas suelen tener más fuerza que los vivos, y Laura Fernández Piña es prueba de ello. La excandidata a la gubernatura, quien parecía haber quedado sepultada tras una inhabilitación de 20 años como servidora pública, hoy vuelve a mover las piezas para reinsertarse en el ajedrez electoral. No hablamos de un regreso limpio ni de un capital político sólido, sino de una figura marcada por la sombra de los desfalcos en Puerto Morelos y de la desconfianza ciudadana. Aun así, gracias a un fallo judicial, Fernández Piña recupera oxígeno y con ello alimenta el rumor de que planea reaparecer en las próximas elecciones.
El problema no es su derecho a la defensa legal —que lo tiene y lo ejerce—, sino la sospecha constante de que en este país los tribunales funcionan mejor para quienes tienen dinero y contactos que para el ciudadano común. Mientras decenas de exfuncionarios menores purgan sanciones por faltas administrativas menores, Laura Fernández Piña logró que magistrados federales suspendieran temporalmente la sanción que la mantenía fuera del tablero político. Lo que para cualquier trabajador sería un castigo ejemplar, para ella se convirtió en un trámite en pausa, una espera estratégica que la coloca otra vez en los reflectores.
El antecedente no es menor: hablamos de más de 78 millones de pesos en cuotas de seguridad social que nunca se entregaron a tiempo durante su gestión como presidenta municipal de Puerto Morelos. No fue un olvido administrativo, sino un golpe directo al bolsillo de trabajadores que dependían de esas aportaciones para su retiro. ¿Puede alguien con este historial regresar a pedir el voto como si nada? La pregunta es incómoda, pero urgente, porque normalizar el regreso de políticos con expedientes manchados abre la puerta a la impunidad disfrazada de “derecho a ser votado”.
Fernández Piña encarna lo peor de la política tradicional: la apuesta por la amnesia colectiva y el cálculo frío de que los votantes olvidan rápido. Si algo queda claro con este episodio es que la lucha contra la corrupción en Quintana Roo sigue atrapada entre tecnicismos legales y pactos de conveniencia. Hoy Laura Fernández Piña sonríe en silencio, esperando que el tiempo borre culpas. Pero la memoria ciudadana debería ser más fuerte que cualquier amparo, porque lo que está en juego no es su carrera, sino la credibilidad de un estado que no puede darse el lujo de reciclar fantasmas.