Paso En Falso
A casi dos años de gestión, la gobernadora Mara Lezama insiste en vender como “emblemático” el proyecto de 1,109 domos escolares, ejecutado a través de la Secretaría de Obras Públicas que encabeza José Rafael Lara Díaz -quien cabe mencionar, en plena presentación de resultados ante el Congreso local, confesó su desconocimiento del tipo de suelos en Quintana Roo, algo básico para un funcionario de obras…-. Este proyecto “emblemático” pretende maquillar con techos metálicos una realidad mucho más compleja. Sí, los domos son útiles para cubrir a estudiantes del sol abrasador o de las lluvias, y en un estado caribeño como Quintana Roo parecen necesarios; pero no nos engañemos, no son ni la obra prioritaria ni la que transformará el tejido social. Son vistosos, inaugurables, fotografiables. Y justamente ahí está el problema: se privilegia lo que se ve, lo que luce, por encima de lo que cambia vidas de fondo.
Porque mientras se levantan estas estructuras, hay escuelas que carecen de maestros permanentes, salones con ventiladores oxidados, comunidades sin agua potable constante o con servicios de salud colapsados. En este modelo de gobierno tan conocido —y tan desgastado— se repite la fórmula: invertir en cemento para cosechar aplausos, dejando a un lado lo que no se nota en la foto oficial. Y lo más grave: nadie habla del mañana. ¿Quién pagará el mantenimiento de estos mil cien domos cuando la pintura se despinte, el acero se oxide y la electricidad falle? Si los antecedentes sirven de algo, la respuesta es clara: nadie.
No hay que ir muy lejos para confirmar el riesgo. Los parques inclusivos de Félix González Canto lucieron hermosos durante el corte de listón, pero hoy son un recuerdo oxidado. Los domos de Roberto Borge, anunciados como infraestructura para la comunidad, en su mayoría se encuentran deteriorados, abandonados o convertidos en “refugios” para los malhechores. ¿De verdad vamos a repetir el ciclo de gastar millones en obras que dentro de cinco años -o menos- estarán en ruinas por falta de mantenimiento? En este clima tropical y de alta salinidad, el costo de sostener un domo supera con facilidad cientos de miles de pesos al año, entre impermeabilización, pintura anticorrosiva, luminarias, limpieza y reparación estructural. Y aun así, no hay un plan público que garantice esos recursos.
Pero no me malentiendan, no estamos en contra del domo en sí, sino contra el modelo de gobierno cortoplacista y propagandístico que privilegia la foto sobre la permanencia, la promesa sobre la planeación. A menos de dos años de concluir su mandato, Mara Lezama parece más interesada en sumar cifras a un conteo de obras que en construir políticas que duren. La verdadera justicia social no está en levantar techos metálicos, sino en garantizar que esos espacios se mantengan vivos, seguros e inclusivos, con presupuesto etiquetado y vigilancia ciudadana. De lo contrario, los domos se sumarán a la larga lista de elefantes blancos del estado: testigos mudos de gobiernos que confundieron infraestructura con transformación, y que dejaron a Quintana Roo con más ruinas de promesas que con futuro real.