El peor atentado en la historia reciente de Rusia se perpetró el pasado viernes por la noche en la región de Moscú, cobrando la vida de al menos 133 personas. Las autoridades advierten que esta cifra podría aumentar en los próximos días. El servicio secreto ruso (FSB) ha anunciado la detención de 11 personas en la región de Briansk, cuatro de las cuales son sospechosas de ser los autores de la masacre en la sala de conciertos Crocus. Este acto terrorista ha sido atribuido a una rama del autodenominado Estado Islámico (ISIS) que opera en Pakistán, Irán y Asia Central.
En un comunicado a la ciudadanía rusa, el presidente Vladímir Putin no hizo mención al ISIS, sino que apuntó a un posible rastro de Ucrania en la masacre, aunque Kiev y los voluntarios rusos niegan cualquier participación en el atentado. Estados Unidos ha advertido a Rusia sobre el riesgo de ataques «extremistas», respaldando la autoría reclamada por el ISIS. Putin ha prometido tomar represalias: «Rusia identificará y castigará a todos los responsables de este ataque terrorista», afirmó en su intervención televisada.
La frontera entre Rusia y Ucrania está ahora altamente militarizada debido a la situación de guerra en la región. Putin ha solicitado la cooperación internacional de países que compartan el dolor de Rusia y ha comparado la tragedia del viernes con atrocidades nazis, equiparando al Gobierno ucranio de Volodímir Zelenski con criminales nazis. A pesar de las afirmaciones de las autoridades rusas, Ucrania ha negado su implicación en el atentado. La situación sigue siendo investigada y la comunidad internacional espera encontrar respuestas a este trágico suceso en la región de Moscú.
