Paso En Falso
La Cuarta Transformación en Quintana Roo ha demostrado ser un terreno fértil para las viejas mañas. Mientras el discurso oficial presume un combate frontal a la corrupción, las cifras y los contratos cuentan una historia distinta. TYA del Sureste S.A. de C.V., una empresa creada en 2016 y que opera bajo el control del exgobernador Félix González Canto, ha obtenido contratos por más de 111 millones de pesos en los últimos tres años. ¿El truco? Operar con prestanombres, adjudicaciones directas y una conversión milagrosa de su objeto social, pasando de transporte público a infraestructura, de un plumazo.
Detrás de este escándalo, figuras clave como Irazú Marisol Sarabia May, exsecretaria de Obras Públicas, y José Rafael Lara Díaz, exdirector del Ifeqroo, parecen haber jugado un papel esencial en abrirle las puertas del erario. Con contratos que van desde la rehabilitación de edificios hasta urbanización, el modus operandi no solo pone en tela de juicio los mecanismos de fiscalización, sino que evidencia cómo el poder y la corrupción se reciclan bajo nuevas narrativas políticas.
Pero el problema no sólo está en los montos millonarios, sino en el carácter de la empresa. Según su acta constitutiva, TYA del Sureste se dedica al transporte turístico y el arrendamiento de automóviles, actividades que nada tienen que ver con los contratos de infraestructura que le fueron adjudicados. Esto sugiere que estamos ante una empresa intermediaria o, peor aún, una facturera diseñada para maquillar operaciones irregulares. Así, el exgobernador ha encontrado una forma de seguir saqueando los recursos del estado, ahora disfrazado de empresario.
La sombra de González Canto sigue proyectándose sobre Quintana Roo, mostrando cómo los viejos actores del PRI siguen activos en la política local, operando desde las entrañas de la 4T. Mientras tanto, las promesas de transparencia y justicia social quedan sepultadas bajo contratos dudosos y una indiferencia oficial que se antoja cómplice. La ciudadanía merece respuestas y, más que nada, un alto definitivo a los saqueos que por décadas han asfixiado al estado.