
Paso En Falso
En Cancún, el temor a defenderse de los malhechores está alcanzando niveles alarmantes. El caso reciente de los taqueros detenidos por la muerte de un presunto asaltante pone sobre la mesa una discusión incómoda pero necesaria: ¿por qué parece que el sistema de justicia protege más a los delincuentes que a las víctimas? Mientras los familiares de los taqueros denuncian irregularidades en el proceso y exigen información sobre sus seres queridos, las autoridades están más ocupadas en construir un caso en su contra que en capturar al resto de los asaltantes que atacaron el negocio.
La narrativa de este caso no es única. En un país donde la impunidad reina, quienes se atreven a enfrentar a los criminales son castigados con más dureza que los propios agresores. La madrugada de aquel jueves, los taqueros no sólo se defendieron, sino que también buscaron salvaguardar su fuente de ingresos y la seguridad de quienes estaban en su local. Sin embargo, la justicia parece haber olvidado este contexto, enfocándose exclusivamente en criminalizar sus acciones.
Más preocupante aún es la falta de seguimiento al paradero del otro asaltante, entregado herido a la policía municipal. ¿Qué mensaje envía esto a la ciudadanía? Uno claro: enfrentarte a un ladrón puede costarte la libertad, mientras que para los criminales, la consecuencia máxima es la oportunidad de escapar bajo la sombra de un sistema ineficiente. Este doble estándar no solo perpetúa la inseguridad, sino que desmoraliza a quienes todavía creen en la justicia.
La tragedia de este caso no radica únicamente en la muerte de un presunto asaltante, sino en lo que simboliza: un sistema que parece haber perdido su rumbo. Los ciudadanos de Cancún están atrapados en un dilema ético y legal donde defenderse es, paradójicamente, el mayor de los riesgos. ¿Cómo podemos exigir un cambio en la seguridad si quienes actúan en defensa propia terminan en prisión? Es momento de que las leyes protejan a las víctimas, no las revictimicen.