
Redacción / Quintana Roo Ahora
No, no es broma. Wendy Guevara, una de las influencers más populares del momento, decidió compartir en vivo su experiencia gastronómica en un restaurante de Cancún, y lo que mostró dejó a más de uno con la boca abierta, pero no precisamente por la comida. Resulta que Wendy y sus amigas disfrutaron de un desayuno que costó la friolera de 1,730 pesos. Sí, leíste bien: casi dos mil pesos por unos huevos, un bistec, tres bebidas y unos refrescos. ¿En qué mundo vivimos?
Durante la transmisión, se escuchó a una empleada del lugar detallar la cuenta: dos órdenes de huevos, un bistec con huevo, tres preparados (dos grandes y uno chico) y tres refrescos. El total fue de 1,570 pesos, más el 10% de propina, lo que sumó 1,730 pesos. Al salir del restaurante, Wendy y sus amigas se mostraron sorprendidas por el precio, pero no tanto como sus seguidores, quienes no tardaron en cuestionar el costo exorbitante del desayuno.
La respuesta de Wendy fue tan desconcertante como el precio: «No hermanas, fueron tres platos de huevito», dijo, como si eso justificara el monto. Una de sus amigas intentó defender el gasto argumentando que «aquí es Cancún y así es», pero eso no calmó las críticas. ¿En qué momento normalizar pagar casi dos mil pesos por un desayuno se convirtió en algo aceptable?
Lo más indignante es que, según contó una de las amigas, en una visita anterior al mismo lugar, había pagado 1,800 pesos por cuatro aguachiles grandes. ¿A quién se le ocurre gastar tanto en un solo platillo? Parece que el mundo de los influencers está tan desconectado de la realidad que ya ni siquiera se dan cuenta de lo absurdo que resulta para el común de los mortales pagar esas cantidades por una simple comida.
Y no, no es solo porque sea Cancún. Es porque hay una burbuja de privilegios en la que viven algunos influencers, quienes parecen creer que todos pueden permitirse ese tipo de lujos. Pero la realidad es que, para la mayoría de las personas, gastar 1,730 pesos en un desayuno es impensable. Es el salario de un día, o incluso más, para muchos trabajadores.
Wendy y sus amigas pueden darse el lujo de pagar esas cantidades sin problema, pero lo que no se dan cuenta es que, al compartir este tipo de experiencias, solo refuerzan la brecha entre su mundo y el de sus seguidores. Ya no se trata de inspirar o conectar con la audiencia, sino de presumir un estilo de vida que la mayoría no puede alcanzar.
Así que, queridos influencers, si van a compartir sus experiencias gastronómicas, tal vez deberían pensar dos veces antes de normalizar precios que para la mayoría son una burla. Porque, al final del día, no todos pueden ser influencers millonarios, y está bien recordar que la realidad fuera de sus burbujas es muy diferente.
¿Qué sigue? ¿Un café de 500 pesos? Por favor, bajen de esa nube y recuerden que no todos viven en Cancún, ni en su mundo de lujos excesivos.