
Paso En Falso
Iniciaron las campañas para elegir a los nuevos integrantes del Poder Judicial, y la lista de candidatos es tan larga que parece más un sorteo que una elección seria. ¿Cómo se supone que el ciudadano promedio evalúe a decenas o incluso cientos de aspirantes? La sobreoferta de nombres diluye el proceso, convirtiéndolo en una competencia de popularidad antes que en una evaluación de capacidades. Peor aún, en un país donde el sistema judicial ya tambalea por falta de confianza, ¿qué garantías tenemos de que entre los elegidos no haya incompetentes o, peor aún, personajes con lealtades ajenas a la justicia?
El problema de fondo no es sólo la cantidad de candidatos, sino la falta de información real sobre ellos. Pocos saben quiénes son, qué han hecho o si realmente entienden el peso de impartir justicia. En cambio, lo que vemos es una saturación de propaganda vacía, slogans bonitos y selfies con políticos influyentes. Y mientras tanto, la ciudadanía queda atrapada en un simulacro de democracia donde votar se convierte en un acto casi a ciegas.
Esta masificación de candidaturas también juega a favor de quienes quieren un Poder Judicial servil. Entre tantos nombres, los favoritos del sistema pueden avanzar sin demasiado escrutinio, aprovechando el ruido para colarse en los puestos clave. Así, en lugar de un sistema que premie el mérito, podríamos terminar con jueces y magistrados elegidos por su habilidad para hacer campaña, no por su conocimiento de la ley.
Si de verdad queremos un Poder Judicial fuerte, necesitamos ser responsables durante el proceso de selección. No se trata sólo de votar, sino de garantizar que votamos con información suficiente para no entregar la justicia en manos de improvisados. De lo contrario, seguiremos atrapados en este ciclo donde la justicia no se gana en los tribunales, sino en la arena política.