Redacción / Quintana Roo Ahora
CHIAPAS.- A menos de 24 horas de que México se asome una vez más a las urnas, la democracia tambalea en Chiapas. El Instituto Nacional Electoral (INE) confirmó el robo de 130 mil boletas electorales destinadas a municipios de alta tensión: Copainalá y San Cristóbal de las Casas, donde el ejercicio democrático del próximo 1 de junio ahora carga con un nuevo signo de interrogación.
El hurto no solo representa una cifra fría y escandalosa —130 mil papeletas— sino un síntoma profundo de lo que está en juego: la credibilidad del proceso electoral en una de las regiones históricamente más golpeadas por la desigualdad, la desconfianza institucional y, cada vez más, por la violencia política.
El INE informó que ya presentó las denuncias correspondientes y que, pese al golpe logístico y simbólico, se están tomando las medidas para garantizar la jornada electoral. Aunque la información aún es escasa, el llamado del instituto es claro: que la ciudadanía ejerza su voto de manera libre, pacífica y sin miedo.
Pero el contexto no es menor. Chiapas atraviesa una crisis multidimensional que mezcla conflictos territoriales, crimen organizado, disputas políticas y un tejido social desgastado. En este caldo de cultivo, el robo de boletas no parece un hecho aislado, sino parte de un escenario más amplio de sabotaje a la voluntad popular.
La pregunta que flota en el ambiente es: ¿quién se beneficia del caos? Porque cuando se roba una boleta no solo se vulnera una caja, se atenta contra la idea misma de que cada voto cuenta, de que la democracia tiene sentido incluso en los lugares donde más duele.
Este 1 de junio no solo se eligen cargos del Poder Judicial de la Federación. También se pone a prueba la resiliencia de nuestra democracia frente a quienes buscan torcerla desde las sombras. Chiapas —una vez más— será el espejo de lo que podemos perder si no defendemos lo que con tanto esfuerzo se ha construido: el derecho a decidir en paz y con dignidad.
