octubre 29, 2025

Paso En Falso

La historia es cíclica cuando nadie aprende nada. Cada vez que en México un tribunal sienta un precedente sobre plataformas de movilidad, se activan los reflejos tribales del transporte concesionado, como si cada sentencia fuera un agravio personal y no la corrección de un abuso histórico. Una jueza federal confirma lo obvio —y lo que Uber lleva más de una década litigando—: es ilegal detener a conductores en aeropuertos por el simple hecho de usar una app. La resolución no solo libera autos; desnuda la arbitrariedad como estilo de gobierno.

En Quintana Roo sabemos cómo se comporta el músculo de los taxistas cuando pierde privilegios. No lo contamos en abstracto: lo vimos. Golpizas a choferes frente a turistas; retenes “espontáneos” de taxistas secuestrando tránsito en la Zona Hotelera; cristales rotos, persecuciones y amenazas en plena vía pública; campañas mediáticas de linchamiento moral travestidas de “defensa del trabajo local”. Esa violencia —material y simbólica— no brotó de la nada: brotó de un Estado que durante años toleró y premi­ó la fuerza por encima de la ley.

Por eso el fallo de hoy vale más por el mensaje que por la tinta: no se puede impedir lo que no está prohibido. Y, aun así, conocemos el guion. Cuando el monopolio pierde cancha en papel, busca recuperarla en la calle. El riesgo no es jurídico: es conductual. El Mundial 2026 no perdonará escenas de taxistas golpeando conductores frente a cámaras extranjeras; no es “mala nota”, es erosión directa a la principal divisa del Caribe: la credibilidad turística.

Ojalá esta vez no veamos la novela de siempre: amenaza, cerco, violencia, impunidad y luego mesa “de diálogo” que premia al agresor con concesiones políticas. Si el Estado quiere exhibir madurez, no basta con acatar una suspensión: debe garantizar que el cumplimiento no cueste huesos ni parabrisas. Porque no basta con ganar en tribunales; hay que ganar en calle. Y ahí es donde históricamente México —y en particular Quintana Roo— ha perdido por default.

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