Paso En Falso
El reciente cateo en las instalaciones del sindicato de taxistas “Lázaro Cárdenas del Río” en Playa del Carmen es el segundo acto de un drama que se escribe en Quintana Roo. Tras los eventos similares en Cancún y las detenciones relacionadas con homicidios, este operativo deja más preguntas que respuestas. ¿Se trata de una muestra del músculo estatal para acabar con décadas de impunidad sindical o es, como tantas veces, una llamarada de petate? Por ahora, los resultados concretos –dos vehículos asegurados– son insuficientes frente a la gravedad de los delitos investigados.
La violencia protagonizada por taxistas, como el reciente ataque contra un vehículo privado que confundieron con Uber, es un síntoma del problema mayor: la corrupción enquistada en estos gremios. Los líderes sindicales, como Luis Herrera Quiam, hacen oídos sordos mientras sus agremiados actúan como una suerte de mafia local, dañando no solo la seguridad de los ciudadanos, sino también la imagen turística del estado. Playa del Carmen y Cancún, pilares de la economía nacional, no pueden permitirse que los taxistas sigan actuando como dueños de las calles.
La gobernadora Mara Lezama ha sido clara en su postura: ni un ápice de tolerancia a estas conductas. Su mensaje sobre la revocación de concesiones y la exigencia de investigaciones judiciales ejemplares es un paso necesario, pero no suficiente. Si el Estado quiere recuperar el control, necesita atacar el problema de raíz. Eso implica más que operativos espectaculares; requiere desmantelar redes de complicidad que incluyen no solo a taxistas, sino a funcionarios, empresarios y autoridades que se han beneficiado de este desorden por años.
El verdadero reto es demostrar que esta administración puede actuar más allá del discurso. Quintana Roo necesita un cambio estructural en su sistema de transporte, donde las plataformas digitales coexistan con el transporte tradicional bajo reglas claras y justas. Los turistas y ciudadanos merecen seguridad, no un territorio regido por el miedo y la violencia. ¿Será este el inicio de un cambio real o solo un capítulo más en la novela de la impunidad? El tiempo, y la acción concreta, tendrán la última palabra.