
Redacción / Quintana Roo Ahora
En la arena política mexicana, siempre se ha sabido que los golpes bajos son el deporte favorito de los grandes gladiadores. Pero lo que MORENA nos está regalando ahora no es una lucha entre adversarios, sino una carnicería interna que haría sonrojar hasta a los más hábiles estrategas del teatro romano.
El espectáculo del momento lo protagonizan Adán Augusto López y Ricardo Monreal, dos pesos pesados de la 4T, quienes se acusan mutuamente de convertir el Senado en su cochinito particular. ¡Qué telenovela tan conmovedora! Por un lado, Adán Augusto destapa “irregularidades” en los contratos gestionados durante la administración de Monreal: 60 millones para cuidar papeles en una bodega secreta y 90 millones para elevar… ¿qué? Quizá egos, porque los elevadores del Senado seguro siguen igual de lentos.
Por otro lado, Monreal, con su habitual elocuencia, asegura que todo es un vil montaje digno de “perversidades políticas”. Ahí tienen al maestro de las alianzas, negando con indignación que haya usado los archivos del Senado como su piñata personal. Por supuesto, no podía faltar el respaldo incondicional de los diputados de MORENA, que sin leer una sola auditoría ya juran por la Cuarta Transformación que Monreal es más transparente que el agua del Usumacinta.
El trasfondo de esta tragedia (o comedia, según se mire) es tan evidente que hasta un niño de primaria podría deducirlo: AMLO se va en tres meses, y con él, el pegamento que mantenía unida a esta familia disfuncional llamada MORENA. Ahora, sin el “papá Andrés” que calme las rabietas, los hermanitos de la 4T están listos para arrancarse el cabello por el control del legado político.
La pelea, además de previsible, es irónica. MORENA, el partido que prometió acabar con la corrupción, ahora se dedica a darse con todo por quién fue más corrupto en el Senado. Adán Augusto se presenta como el justiciero implacable que persigue las sombras de la administración pasada, mientras Monreal saca sus credenciales de la Auditoría Superior como si fueran exorcismos legales.
¿Y qué dice el pueblo bueno? Pues probablemente nada, porque entre los elevadores millonarios y las bodegas misteriosas, es difícil saber si reír o llorar. Lo único cierto es que la implosión de MORENA ya no es una teoría, sino un reality show en horario estelar.
Así que preparen las palomitas, porque aún quedan tres largos meses para que esta tragicomedia alcance su clímax. ¿Quién será el último standing de la 4T? Tal vez la respuesta no esté en el Senado, sino en esa bodega secreta de Hidalgo, custodiada por los archivos más caros de la historia de México.