
Paso En Falso
Hay una epidemia silenciosa que recorre Quintana Roo. No es el dengue ni el sargazo; es el exceso de ego financiado con recursos públicos. En las últimas semanas, las redes sociales se han visto inundadas con anuncios de «logros» de prácticamente cualquier integrante de la 4T con cargo en el estado: desde Oscar Reborra, secretario de Ecología y Medio Ambiente, hasta Verónica Lezama, presidenta honoraria del DIF, pasando por los ya conocidos Gino Segura en el Senado y Pablo Bustamante desde la Secretaría del Bienestar. Una oleada de publicidad que presume acciones que no son más que obligaciones mínimas. Como si a un bombero se le hiciera un homenaje por apagar un incendio. Como si en esta administración, el deber se vendiera como virtud.
Lo que resulta especialmente insultante es la coincidencia de estas campañas con semanas críticas de lluvias torrenciales, inundaciones, cortes de luz y damnificados. Mientras cientos de familias se quedaron sin techo y sin auxilio inmediato, los funcionarios lucían sus rostros en espectaculares, en la portada de revistas locales, o en pautas, presuntamente millonarias en Instagram y Facebook. El contraste es grotesco: en la calle, lodo y desesperación; en las redes, filtros, frases motivacionales y una narrativa de éxito ficticio que poco o nada tiene que ver con la realidad que viven los quintanarroenses.
Y uno se pregunta, ¿de dónde sale tanto dinero para estas campañas personales disfrazadas de institucionales? Porque si fuera de sus bolsillos, aún cabría el beneficio de la duda. Pero cuando el tono, el logotipo oficial, el diseño y hasta las fechas coinciden con dependencias gubernamentales, lo que estamos viendo no es comunicación institucional, sino una campaña anticipada y colectiva, vestida de gestión pública. Se convierte en simulación. En propaganda encubierta. Y lo peor: probablemente financiada con el dinero de todas y todos.
Quintana Roo no necesita funcionarios estrella ni influencers del presupuesto. Necesita servidores públicos que estén en el territorio cuando truena el cielo, no en las revistas cuando brilla el sol. Porque gobernar no es una pasarela. Y el cargo, en una república que se respete, no se presume: se ejerce. Ojalá recordemos esto cuando llegue el momento de votar, porque las selfies no salvan vidas, ni secan casas, ni construyen futuro.